Muchos expertos en nutrición recomiendan empezar el día con un desayuno equilibrado, no importa si estás intentando perder peso o mantenerlo.
Aunque la primera comida del día no merezca el superlativo de “más importante” porque todas las comidas son importantes, lo cierto es que tiene sus méritos.
¿La clave? Asegurarse de que el desayuno te proporciona una nutrición de calidad.
Importa lo que comes
La calidad de lo que comes es tan importante como el momento en que lo comes.
Prepararse con un desayuno saludable no sólo te ayuda a adoptar una mentalidad de alimentación sana para el día, sino que también te proporciona nutrientes como proteínas, fibra y grasas saludables que te ayudarán a mantenerte alimentado y tener una mañana más productiva.
Además, según un estudio de 2017 en Nutrition que analizó la salud de 50.000 personas durante un período de siete años, subraya algunos beneficios del desayuno para la salud.
Por ejemplo; puede tener un efecto positivo sobre el índice de masa corporal (IMC).
Las personas que hacían del desayuno su comida más sustanciosa del día eran más propensas a tener un IMC (Índice de Masa Corporal) más bajo en comparación con las que comían más calorías en el almuerzo o la cena.
Desayunar también puede alejar ciertas condiciones de salud. Un estudio demostró que los hombres que comían más calorías por la mañana (principalmente de grasas monoinsaturadas o saturadas).
Tenían un menor riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular, otro estudio del 2017 publicado en Appetite, sugiere que el desayuno desempeña un papel en la salud mental, vinculó el hecho de no desayunar con un mayor riesgo de depresión.
Como ves, se han realizado muchos estudios sobre este tema y esto se debe a que el desayuno no era un concepto muy importante hasta que los estadounidenses conocieron los cereales.
Los desayunos en la antigüedad
Antes de finales del siglo XIX, la gente comía principalmente sobras por la mañana, las personas más ricas desayunaban alimentos que ahora son tradicionales, como huevos y tortitas.
Pero también disfrutaban de pollo, bistec y otros alimentos que habían sobrado del día anterior, por lo que la comida no era muy diferente de las que se consumían por la tarde o la noche.
Por lo anterior, los desayunos de aquella época solían contener mucha carne y grasa y la gente sufría todo tipo de problemas digestivos.
Por eso, el doctor John Harvey Kellogg, (claro KELLOGG como el cereal) inventó los copos de maíz en la década de 1890, según el Smithsonian; Kellogg creía que serían fáciles de digerir y ayudarían a aliviar las dolencias estomacales.
Cabe mencionar que las primeras ediciones de los cereales eran muy diferentes de las que se encuentran hoy en los supermercados.
En lugar de ser afrutados, achocolatados, escarchados y azucarados, los cereales eran insípidos y se presentaban como un alimento saludable.
¿Qué hacía Kellogg?
Kellogg ejerció agresivamente sus superpoderes como médico de confianza y astuto comercializador. En 1917 en Good Health, la autodenominada “revista de salud más antigua del mundo”.
Se publicó un artículo que decía: “En muchos sentidos, el desayuno es la comida más importante del día, porque es la comida que hace que el día comience”.
La revista era editada por el propio Kellogg. El artículo destacaba la importancia de que los alimentos del desayuno fueran fáciles de digerir y bajos en calorías, y, por supuesto, los cereales cumplían ese requisito.
En la primera mitad del siglo XX, las empresas de cereales empezaron a enriquecer sus productos con vitaminas, lo que añadía más sustancia a sus afirmaciones sobre la salud. Sin embargo, no fue hasta 1944 cuando el desayuno se consolidó como la “comida más importante del día”.
La afirmación se remonta a una campaña de marketing de Grape Nuts llamada “Desayuna bien, haz un mejor trabajo”, que incluía folletos promocionales que se distribuían por las tiendas de comestibles.
Junto con anuncios en la radio, en los que los locutores anunciaban: “Los expertos en nutrición dicen que el desayuno es la comida más importante del día”.
Han pasado más de 70 años desde la campaña definitiva del desayuno y, sin embargo, los ideales han seguido vigentes.